julio 10, 2004

Clarence: Un lunático de morbosidad incomprensible.

Clarence le había cerrado la puerta con llave. Estaba atrapada semidesnuda en aquel oscuro y húmedo sótano otra vez. No podía hacer nada para remediarlo. No había forma de escapar. Lo había intentado mil veces. Estaba perdida. Definitivamente esta sería la última vez que le toleraría a Clarence ser partícipe de su juego. De su sadomasoquista fetiche de interpretar a un psicópata. Ella no tenía la culpa de que nunca haya conseguido aquel papel de actor. Debiese haber encontrado otra manera de buscar consuelo por no haberlo hecho. Debería haber intentado hacer tangibles sus fantasías sin la ayuda de Sandra. Ella no se prestaría más. No querría que se repitiesen esas ridículas situaciones que, además, no le habían excitado nunca.
En el ático, la cantidad de tonos grises enceguecía sus pupilas. Le comenzó molestar el omnipotente silencio que se había manifestado hasta el momento en la bodega, y le gritó a Clarence que le abriese la puerta. En ese instante escuchó los ladridos, y notó que no se encontraba sola ahí dentro. Palpó con sus dedos la superficie de la muralla a sus espaldas. El interruptor de luz debía encontrarse por alguna parte. Debía lograr encenderlo para descifrar claramente que clase de canino se encontraba haciéndole compañía.
Luego de tocar la pared minuciosamente, logró dar con el interruptor y encender la antigua lámpara. Mientras titilaba con una escasa luz que parecía extinguirse, observó aterrada lo que la vigilaba. En frente de ella, le acechaban tres furiosos dóberman. Comenzaron a gruñir como viles cancerveros cuidando del infierno, cuando se percataron de que Sandra había descubierto su presencia. Empapó abundantemente sus poros con un pegajoso sudor que le impidió salir del parálisis que manifestó en un segundo, y no lo creía. No sólo aquellos perros estaban rabiosos, sino que estaban hambrientos. Se notaba explícitamente cuando exponían al aire sus agudos gemidos, mientras acercaban lentamente sus hocicos cada vez más a su víctima, a su presa: la carne suave, desnuda y desprotegida de Sandra. Resignada, el pánico la anestesió.
No recuerda haber gritado. No recuerda el intolerable dolor que debe haber sentido, mientras el trío de caninos masticaba de a poco sus extremidades inmaculadas.
El sufrimiento de aquella vez no fue lo que la ha dejado muda y en estado de shock, sino que lo ha hecho el haberse mirado por primera vez al espejo, luego de despertar tras casi un mes de drogada en una camilla del único hospital del pueblo.
La totalidad de sus extremidades habían sido digeridas hace ya algo de tiempo por el caníbal sistema digestivo de aquella enajenada jauría.
Sandra sólo quería quitarse la vida. Había perdido el 65 porciento de su cuerpo. Su cabeza y su tronco estaban intactos. El resto había desaparecido de su anatomía. Los trozos irreconocibles habían sido amputados. Sin embargo, continuaba viva y consciente, pero era un monstruo. Era un gusano. Un ser inútil, inservible, abominable. Una larva.
Sandra gritó serlo como una lunática, hasta que las enfermeras se acercaron con morfina a sedarla.
Recuerda que la silueta de Clarence fue lo último que observaron sus ojos. Antes de que el fármaco lograra embobarla por completo, detuvo su mirada en el momento exacto en que Clarence comenzaba a manosearse su sexo, sus partes inferiores, mientras la observaba ensimismadamente por la ventana del pasillo del insalubre hospital.
Los fuertes calmantes que dejaron a Sandra en estado de trance, no fueron en lo absoluto un impedimento para que se le desencadenaran unas fuertes nauseas por aquel acto enfermo. Vomitó por completo las sábanas, y por poco se ahoga en sus reflujos. Clarence resultó ser un lunático de morbosidad incomprensible.

3 comentarios:

Vitupirena dijo...

Sigue adelante!

Poetree dijo...

EStá muy bueno este! tanta morbosidad!

nerd dijo...

Danielita:
No pueden existir unos padres más orgullosos con su hijita que nosotros. Tanta creatividad y con tanta agudeza que fluye naturalmente de tu corazoncito refleja una maravillosa virtud dotada por la Naturaleza. Este tipo de talentos representa, creo, una extensión de un ser supremo.
Sería injusto intentar comparar con alguna escala de valor todas las narrativas y las ilustraciones. Todas son fantásticas, que dejan un mensaje directo y profundo. Me cautivó especialmente el concepto de antiandroidismo, tan necesario en este mundo alienígena que nos toca vivir.
¿Qué relación existe entre Alfonsina y Esteban ...?
Hijita, rogamos a Dios con la mamá que puedas realizarte como persona y encuentres la paz y armonía que tanto te mereces. Cualquiera sean tus metas, siempre contarás con todo nuestro apoyo.
Un besote grande, hijita.

Un papá orgulloso

Chao